Gold was used up

Matthias Reinmuth

9 de septiembre > 14 de octubre 2017


Un color que proviene de América y que ahora se está agotando.


El oro es un estereotipo de sí mismo. Huele a mármol y a sueños de ático barato.
Como los safaris, yates y los ascensores rápidos destellantes.
Quiere ser potente, dibujar con las plumas estilográficas, pagar con las tarjetas, gotear en los grifos de agua y limpiar con la escobilla para el inodoro en oro.


El oro se excava en un terreno profundo y polvoriento, se lo transporta por mar en todas partes del mundo y se conserva en sótanos profundos.


El oro es sucio. El oro es aburrido, insistente y brilla únicamente.


Solo el silencio es oro, ¡pero no deberíamos quedarnos callados!


¿Pero qué haces si no tienes oro y no quieres tenerlo pero igualmente quisieras hacer brillar algo?


Yuxtaponiendo los colores y superponiéndolos para hacerlos brillar, quemar y brillar con luz tenue.


El amarillo rojizo, el rojo anaranjado, el verde cobrizo cerca del verde y del violeta, el azul oscuro que resplandece desde el fondo y que se entrelazará como en un kimono de seda, denso como un pixel que flota en capas de luz que se desvanecen, como el respiro del aire por la mañana, brumoso, en el cielo, completamente indefinido y susurrando desde lejos como una promesa delicada. Una transparencia inmaterial de pequeñas coincidencias selectivas, un oráculo de Delphi humeante y ruidoso.


Un color que aúlla como una ola dorada de los años setenta. Un estallido de libertad que se desencadena en el Atlántico. Llama a gritos el sueño californiano, Golden Gate, Woodstock y Janis Joplin, tras los faros de la libertad y la odisea en el espacio.


Pero la cuestión que se plantea es: ¿qué es lo verdadero?, ¿qué es lo real?


EN | ES | FR